Los datos de 2019, como en el caso de España, muestran un incremento de aquellas pruebas que causan dolor grave a los animales
10 febrero 2021
J. G. Se han hecho públicas las estadísticas respectivas al año 2019 sobre la experimentación en Flandes. Por estas fechas, todos los estados europeos, incluído España (que las publicó a primeros de diciembre), tienen la obligación de reportar dichos datos al respecto. Se trata de un censo que proviene de las cifras que deben aportar, conforme a lo dispuesto en la ley, las empresas involucradas en proyectos de investigación que hayan realizado sus tests en animales.
Los datos de Flandes, que nos proporciona GAIA, la organización que, como ADDA, es miembro de Cruelty Free Europe (uno de los principales lobbys europeos contrarios al uso de animales en experimentación), son relevantes por la preocupación que causan, más si sumamos su parecido en determinados aspectos negativos con los que hizo públicos hace dos meses el Gobierno Español. El Ministerio de Medio Ambiente de la región neerlandesa los publicitaba por la ligera bajada en el número total de tests, como un logro político: ha habido 253.433 en 2019, en comparación con los 262.479 de 2018. Sin embargo, las pruebas que provocan un sufrimiento severo a las distintas especies utilizadas crecieron en número y pasaron de las 37.271 de 2018 a las 37.604 de 2019, (en España estos mismos números también aumentaron y pasaron de los 52.818 tests severos de 2018 a los 60.162 de 2019). GAIA, por medio de su responsable, Michael Vandenbosch, insistía en que reducir este tipo de pruebas debiera ser una prioridad, especialmente si tenemos en consideración que Bélgica ocupa, según la última estadística europea vigente (2015-2017) el quinto puesto en el ranking de estados que practican más experimentos que comportan un dolor agudo. La ONG, con sede en el centro de Bruselas, desmiente de esta forma los logros del gobierno y recalca que en cualquier caso la bajada en la cifra total de tests no es fruto de ninguna política estructural, sino más bien del fin de uno u otro proyecto concreto.
Animales perjudicados
La
estadística, a la que hacemos referencia sobre todo para poder establecer esta
comparación con los datos españoles (un reporte que podéis encontrar en este
mismo blog), muestra también claramente como el número de experimentos ha
crecido y damnificado especialmente algunos animales. El aumento más llamativo,
es el del uso de gatos para pruebas, de los 19 usados en 2018 se ha pasado a
los 206 en 2019. También ha subido la utilización de primates (de 5 a 7), de hámsters
(195 en 2018 en comparación con los 396 de 2019) y de ovejas (498 involucradas
en 2019 por las 427 de 2018). Y otro dato preocupante: como en el estado
español, se han duplicado las pruebas destinadas a comprobar la viabilidad de
las condiciones de cría intensiva en granjas. Se ha pasado de los 503
experimentos de 2018 a los 1.182 de 2019. Una tendencia que va más allá de la
materia concreta y que evidencia que el modelo de ganadería industrial en
Europa tampoco parece que vaya a cambiar a corto plazo.
Soluciones propuestas
Frente
a la situación expuesta, GAIA insiste en que el Gobierno no ha llevado a cabo todavía
ningún plan estructural, como así se requería, para resolver un problema que es
de ética, como venimos remarcando, pero también de salud pública. La
organización propone, entre otras, dos medidas principales para intentar
aportar soluciones inmediatas. La primera pasa por tasar con un impuesto los
tests en animales para penalizar de algún modo dicha práctica e invertir
después el dinero recaudado en proyectos de investigación de nuevos métodos
alternativos. En segundo lugar, insta al Gobierno a comprometerse en reducir un
10% anualmente el número de experimentos. Un comité formado por políticos,
científicos y activistas, debería decidir después la mejor manera de llegar a
ese objetivo.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea falla a favor de la empresa Esso Raffinage, que había presentado un plan para realizar tests de toxicidad mediante métodos alternativos
26 enero 2021
Redacción.- Precedente
jurídico de elevada importancia para el bienestar de los animales. En uno de
los muchos casos en litigio entre la ECHA,
la Agencia Europea de Químicos, y las compañías, obligadas a seguir los
protocolos establecidos para poder comercializar sus productos, ha habido un
desenlace positivo después de más de un año. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea sentencia finalmente que la
empresa occitana ESSO Raffinage,
ubicada cerca de Marsella, no está
obligada a realizar unas pruebas de toxicidad requeridas utilizando a
animales.
La compañía,
filial de la importante Exxon Mobil,
dedicada a la refinería de petróleo, debía llevar a cabo unas pruebas para
comprobar la toxicidad prenatal de una sustancia utilizada que no había sido
evaluada hasta el momento. Este procedimiento entra dentro de la normativa
estricta de control que están obligados a pasar todos aquellos nuevos elementos
químicos que son vendidos como producto final o que son utilizados durante el
proceso de elaboración. Dicho protocolo está recogido en el reglamento REACH, que entró en vigor hace ya casi
14 años, concretamente el 1 de junio de 2007. La ECHA ordenó a ESSO Raffinage
que la evaluación debía hacerse mediante la experimentación con conejos. La
empresa alegó que podía hacerlo y de manera más precisa mediante métodos
alternativos. La Agencia Europea de Químicos, sin embargo, argumentó que la
decisión ya había sido tomada y mandó una declaración de incumplimiento al
Gobierno Francés. La compañía, con sede en el Departamento de Bocas del Ródano,
recurrió el caso al Tribunal General, antiguamente conocido como Tribunal de Primera Instancia Europeo,
y de allí la discusión se elevó al Tribunal de Justicia.
La
sentencia, en la que también participó como parte interesada la ECEAE (La Coalición Europea para Acabar
con los Experimentos con Animales, de la cual Ong ADDA forma parte) es clara: prevalece el principio legal
expuesto en el reglamento REACH, que dice que los animales sólo deben
utilizarse para el test de productos como
último recurso y cuando no haya alternativas validadas al respecto para
hacerlo. El edicto judicial también subraya que este principio debe cumplirse aun
cuando, como en este caso, la ECHA ya ha dictado una orden de procedimiento.
Cabe destacar que la Agencia Europea de Químicos
validó positivamente la idoneidad de los métodos alternativos propuestos por la
empresa, pero que por causa de los protocolos y la inercia de la tradición, la
aprobación no fue en su momento, ni tan sólo, tomada en consideración. La
importancia de esa decisión judicial es que esta ignorancia no podrá, de ahora
en adelante y ya bajo mandato legal, volver a producirse. Las declaraciones del
Abogado General del caso fueron claras “someter
a los animales a experimentación y sufrimientos conociendo la propuesta
alternativa de la empresa hubiera sido devastador”. Katy Taylor, directora de Ciencia de Cruelty FreeInternational,
que intervino en las deliberaciones como miembro aún de ECEAE, certificó por su parte la importancia que tiene esta
sentencia para crear un precedente de respeto y cumplimiento del reglamento
REACH en todas sus fases, y dejó claro que “la
decisión afectará y será de cumplimiento así mismo para el Reino Unido, a pesar
de su proceso de separación respecto de la Unión Europea”.
El galardón anual de 6.000 euros que entrega Cruelty Free Europe se destina íntegramente a combatir la experimentación con animales.
25 enero 2021
Justo en la fecha de
nacimiento, el 13 de enero, de Geoffrey Deckers, muerto el pasado mes de junio,
fundador de Een Dier Een Vriend (“Un animal, un amigo”), coordinador de PETA en
los Países Bajos y miembro también de Cruelty Free Europe, se hizo pública la
dotación de 6.000 euros en su honor para combatir las prácticas crueles a que
se someten miles de animales todavía en los laboratorios europeos. Geoffrey
dedicó su vida a ese propósito, al trabajo cooperativo y a la difusión entre la
población. Buscando esos valores, la coalición europea de la cual ONG ADDA forma
parte destina ahora un pedacito de sus fondos a la joven organización Eco Veg
Animals, de Bosnia Herzegovina.
Esa entidad, con sede en
Sarajevo, es miembro también de Cruelty Free Europe desde su reciente fundación
en el año 2019. Ha asistido y compartido las dos últimas reuniones de este
lobby con nosotros, y ha puesto ya de manifiesto en reiteradas ocasiones su
insistencia sobretodo en el campo de la educación. Es la primera organización
dedicada a la defensa de los animales en el país balcánico, tarea que compagina
con la lucha ecologista y con la difusión y el avance hacia un modelo ambiental
integral y respetuoso. Un modelo que debe permitir la óptima conservación de
los hábitats naturales y con ello aportar un beneficio evidente, sin distinción
alguna y por igual, a humanos y animales. Focaliza actualmente su trabajo en
tres campos: la oposición al uso de animales para diferentes necesidades
humanas (ganadería intensiva o industria de la piel), la organización de la feria
de difusión vegana Vegan Fest, que ha llegado ya también a otras ciudades
españolas y europeas, y la presión para la reducción del uso de animales en
experimentación.
Eco Veg Animals invertirá
el dinero de este primer premio a su campaña destinada a acabar con el uso de
animales en los grados de enseñanza superiores. De momento, y paso a paso, ha
logrado ya sin vuelta atrás la eliminación total de esas prácticas en la
Facultad de Veterinaria de la Universidad de Sarajevo. Los objetivos de este
año, empujados ahora y respaldados por esta ayuda ilusionante, se centrarán en
mirar de perseguir idéntico camino en otras facultades, como las de Medicina o
Biología, que todavía hacen sufrir a individuos y a especies con una excusa
didáctica un poco paradójica. La organización bosniana dedicará especial énfasis
también a la difusión. Esto es, a la comunicación, tanto a empresas como a
ciudadanos, de los beneficios de una ciencia más precisa, ética y segura,
apartada del modelo tradicional, de inercia insana, que supone la
experimentación con animales, que mueren o son torturados todavía por millones
hoy en día y a pesar de directivas y consensos, en laboratorios europeos.
El Premio Geoffrey Deckers, que tiene especial consideración por aquellas entidades que disponen de menos recursos para hacer frente a sus campañas, tendrá un carácter anual y volverá a ser convocado en diciembre de 2021, para hacer público el nuevo ganador nuevamente a día 13 de enero, en este caso ya de 2022.
La iniciativa la lanza Cruelty Free Europe en honor a Geoffrey, fundador de la ONG holandesa Diervriendelijk Nederland, que murió repentinamente en junio de este año.
13 enero 2021
Cruelty Free Europe, el lobby europeo con sede en Bruselas del cual ONG ADDA forma parte, ha puesto en marcha este galardón en homenaje a quien fue uno de sus miembros más activos y con más trayectoria para poner fin a las crueles pruebas a que son sometidos todavía millones de animales en los laboratorios europeos y mundiales. El premio se destina a proyectos que persigan esta finalidad y está pensado especialmente para aquellas organizaciones, grupos o coaliciones del continente que cuentan con un potencial o unos recursos más reducidos.
Geoffrey Deckers fue un
decidido activista por la protección y el bienestar de los animales, miembro de
la Asociación Holandesa contra la Vivisección, coordinador de PETA en los
Paises Bajos y fundador, en 1998 de la organización Een Dier Een Vriend (“Un
animal, un amigo”), con sede en Den Haag (La Haya). Entre las múltiples
campañas que llevó a cabo, más allá de los límites de la Unión Europea,
destaca, sobre todo, el logro que supuso poner fin a la experimentación
biomédica con chimpancés en Holanda. Una campaña que acabó, en 2006, con el
traslado hacia un santuario de los últimos primates cautivos de laboratorio.
El premio, de carácter
anual, tendrá una dotación de 6.000 euros y se entregará cada 13 de enero, para
coincidir así con el aniversario de Geoffrey. Se otorgará sólo a aquellos
grupos que demuestren un compromiso decidido para poner fin a la
experimentación con animales y tendrá en cuenta especialmente los proyectos que
permitan avanzar, de manera clara y eficaz, hacia esos objetivos.
MICHELLE THEW, responsable ejecutiva de Cruelty Free Europe: “Un fuerte compromiso con la unión destacó en Geoffrey. Se relacionó de manera natural con grupos animalistas y defensores de la protección de los animales en todo el mundo, y estuvo siempre presente para dar respaldo y animar a todo aquel que apostara para la consecución de ese objetivo. El Premio Geoffrey Deckers es nuestra manera de honorar y continuar con el espíritu de divulgación y colaboración que él siempre tuvo”.
ADRIE VAN STEIJN, Presidenta de Diervriendelijk Nederland: “Con este premio que hace honor a todo lo que Geoffrey hizo por los animales, su pérdida resulta un poco más llevadera; se nos fue de repente, era demasiado joven. Tenía todavía muchas tareas pendientes para asegurar una mejor vida a los animales, libre de sufrimientos. Con este galardón, otros compañeros podrán continuar aquello que él no pudo terminar”.
INFORMACIÓN:
Para obtener más información sobre la iniciativa podéis poneros en contacto con Cruelty Free Europe, mandando un correo electrónico a info@crueltyfreeeurope.org.
CRITERIOS DE ELECCIÓN:
La organización que opte al premio debe:
Tener su sede en el continente europeo.
Estar comprometida a acabar con la experimentación con animales .
Ser una organización no violenta.
Disponer de unos ingresos anuales inferiores a los 100.000 euros.
Se darán premios a proyectos relacionados con la finalización de los tests en animales.
Puede ser una campaña pública, o bien actividades de formación, divulgación o coordinación.
Las organizaciones se podrán beneficiar más de una vez.
Los miembros asociados de Cruelty Free Europe también pueden optar al premio.
Los grupos interesados deberán detallar por escrito:
Su constitución y funcionamiento, confirmando que se ajusta a los criterios anteriores.
El Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación hace públicos los datos anuales a que obliga la Directiva Europea sobre la protección de los animales utilizados para fines científicos (DIRECTIVA 2010/63/UE), una orden transpuesta a nivel estatal mediante el Real Decreto (53/2013).
A pesar de las repetidas evidencias, a pesar de la
insistencia y a pesar de las constantes peticiones, el estado español sigue
realizando pruebas, con el mismo número y volumen, en todo tipo de animales. La
cifra total de usos en experimentación, correspondientes al año 2019, es de
817.742 tests realizados. Eso significa una escasa disminución de 18.354 experimentos
con respecto a 2018. Reducción engañosa puesto que, sin saber exactamente el motivo,
Castilla y León ha dejado de informar, de al menos la mitad de las pruebas realizadas.
Significa que en el caso de incluir esta información se igualarían, o superarían,
las estadísticas del ejercicio anterior. Es la conclusión que se extrae del Informe sobre usos de animales en
experimentación y otros fines científicos, incluyendo la docencia en 2019,
hecho público a principios de diciembre de 2020 por el Ministerio.
Se destaca especialmente un dato grave; aumentan los tests de pirógenos, lo que significa, la inducción de productos (patógenos o materiales) para comprobar si estos provocan o no una reacción febril en el organismo. En 2018, estas pruebas realizadas mayoritariamente con conejos llegaron a las 8.802 y en 2019 fueron 8.827. El incremento es pequeño (25 más) pero los números resaltan de manera especial cuando se ve que la cifra significa casi un cuarto del total de los tests contabilizados para el mismo período en la Unión Europea (35.172). Todo ello, a pesar del foco específico que recientemente han puesto los lobbys de presión continental en el asunto, porque los experimentos de pirogenicidad pueden ya realizarse de manera más que validada en métodos alternativos, como son, por ejemplo, los modelos de células humanas cultivadas in vitro. No usar alternativas validadas contradice, en consecuencia, la legislación europea y el reglamento español que la transpone, publicado en el año 2013.
Otro punto a considerar es el daño que los diferentes
experimentos infringen a los animales. La norma divide esta catalogación en 3
grados distintos: “leves”, “moderados”,
o “severos”, y añade también la categoría “sin recuperación” que hace
referencia a la muerte definitiva y que se produce, en gran parte, en pruebas
tóxicas como pueden serlo los dramáticos experimentos de letalidad realizados
con Toxina Botulínica (Test L50 de Botox). Es cierto que las pruebas de
toxicidad totales presentan un ligero descenso (de 103.087 en 2018 a 97.536 en
2019), pero el total de casos graves se acrecienta. Mientras bajan las
afecciones leves y moderadas, la cifra de casos severos se eleva de 52.818 a
60.162, y la tasa de no supervivencia, “sin recuperación”, alcanza los 55.091
casos, por los 38.163 del año 2018.
Hay que destacar, también, que los experimentos
relacionados con la investigación básica (comportamiento, fisiología, etc.)
descienden ligeramente (de 395.708 a 373.108) mientras que aquellos destinados
a investigación aplicada (enfermedades concretas, tratamientos, etc.) presentan
un notable incremento (218.568 en 2018 y 282.744 en 2019). A pesar de que el
informe asegura que en la mayoría de los casos el sufrimiento de los animales
no pasa de moderado, los experimentos dedicados a investigación oncológica o al
tratamiento de enfermedades respiratorias son susceptibles de originar más
angustia y dolor que aquellos que buscan sólo dirimir aspectos biológicos o de
comportamiento. Es remarcable en este último apartado, el aumento exponencial
de pruebas que se derivan de la necesidad de negocio de las explotaciones
industriales ganaderas o de acuicultura. Hay dos marcadores que evidencian otro
perjuicio a los ya dañinos efectos contaminantes y de respeto hacia los
animales que conllevan las explotaciones intensivas. El primero, el número de
tests destinados al comportamiento, etología o biología animal en granjas que
utilizan mayormente, pollos de engorde, gallinas ponedoras, conejos y peces, que
pasó de los 89.654 en 2018 a los 90.094 en 2019. Asimismo, las pruebas para
comprobar el “bienestar animal” en recintos de cría intensiva se multiplicaron
por 10: de las 5.186 realizadas en 2018 se pasó a las 54.316 del pasado
ejercicio.
En cuanto a las especies, cabe resaltar que baja
ligeramente el número de mamíferos involucrados en experimentos (especialmente
roedores, cerdos, conejos, vacas y primates)
y que sube en especial la cifra de peces, cefalópodos, anfibios,
réptiles y aves de corral utilizados. Preocupantes son también las cifras de
procedencia de dichos animales torturados aún en pleno siglo XXI a pesar de la
evidencia científica reiterada y de los métodos alternativos validados
existentes. Durante el último ejercicio, en este sentido, aumentaron en 15.178
los animales procedentes de establecimientos no registrados. Y lo hicieron de 3
a 328 los nacidos en recintos de fuera de la Unión Europea, que quedan habitualmente
regulados por legislaciones mucho menos exigentes.
Hay que especificar que los datos del informe, que habrá que comparar ahora con los equivalentes publicados de otros países europeos, se basan en el número total de experimentos y no en el número total de animales utilizados. Significa que existen animales que repiten y que se contabilizan como “reutilizados”, aunque no se especifica el número de veces que lo han sido, por lo cual es imposible hacer el cálculo total de individuos involucrados. Recalcar que sigue sin haber constancia alguna de inversión por parte del estado español, para investigar e incentivar los métodos alternativos.
Los innecesarios tests en animales no aumentan la seguridad de una vacuna.
26/11/2020 Aerzte Gegen Tierversuche
La ONG alemana Aerzte Gegen Tierversuche / Doctors Against Animal Experiments,
miembro de la Coalición Europea ECEAE de la cual también forma parte ONG ADDA
en España, constata una vez más en un reciente artículo, la nula necesidad de
experimentar con animales para probar la eficacia de un medicamento o, en este
caso, una vacuna. Refieren en su texto como la industria de la investigación se
ha centrado en insistir en los últimos meses que las pruebas en animales han
sido decisivas para el supuesto éxito en la consecución de las vacunas contra
la COVID-19. Cuando de hecho, la realidad, ha sido la contraria: el rápido
desarrollo de estas vacunas ha evidenciado lo ineficaces e innecesarios que resultan
los tests en animales. La organización con sede en Colonia, fundada en 1979, hace
un nuevo llamamiento a hacer un giro hacia una ciencia y una tecnología más
humana y libre de maltratos. El objetivo básico es ver, en un futuro no lejano,
como importantes vacunas y medicamentos pueden ser desarrollados de manera más
rápida, segura y fiable.
A lo largo de las últimas semanas, tres de
las empresas que han lanzado su proyecto de vacuna contra el virus SARS-CoV-2
anunciaron el éxito de los estudios que han llevado a cabo y que han
involucrado a miles de personas. Muchos expertos advirtieron, no obstante, que
convendría rebajar el optimismo, puesto que los resultados sólo son
preliminares y los datos científicos todavía deben publicarse. Esto no ha
impedido que algunos defensores de las pruebas con animales hayan atribuido ese
esperado éxito a tales experimentos. Un examen detallado de la situación deja
claro, sin embargo, que los tests en animales no han contribuido, para nada, ni
en el desarrollo ni tampoco en la mejora de la supuesta eficacia de dichas
vacunas.
Es un requisito legal testar,
prácticamente, todos los medicamentos y vacunas en animales antes de poder ser
trasladadas y probadas en humanos. No obstante, y puesto que esos experimentos
resultan demasiado largos, y que la experiencia demostró que son poco fiables
también para la actual crisis del COVID-19, muchos tests en animales se
acortaron, se obviaron o se realizaron simultáneamente a las pruebas con
humanos. “Las vacunas candidatas de la
compañía farmacéutica alemana BioNTech y las de la corporación norteamericana
Moderna sólo se probaron en monos después de haber sido aplicadas a centenares
de personas. BioNTech inyectó sus cuatro modelos de vacuna en humanos, y a
partir de los datos derivados del estudio, se decantó por una de ellas, la que
ahora es ya publicitada. Esto significa que los resultados de los experimentos
con los primates simplemente carecían de valor”, explica la doctora Dilyana
Filipova, científica de Doctors Against Animal Experiments. Esas vacunas fueron
probadas en ratones justo antes de ser testadas en personas por primera vez
sólo por el mero hecho de obtener los requisitos legales pertinentes. Fue un
simple trámite, ya que es absolutamente imposible asegurar ninguna fiabilidad
ni prevención con esas pruebas, porque los ratones no se infectan de manera
natural con el virus SARS-Cov-2. “El
hecho de haber realizado experimentos con animales por causa de leyes obsoletas
no supone prueba alguna de su presunta indispensabilidad y necesidad”,
añade la bióloga.
No representa ninguna sorpresa que no se
haya dado prioridad a las pruebas con animales en la investigación de la
COVID-19, porque ya se sabe que aproximadamente el 95% de todos los
medicamentos que resultan eficaces en los animales, fallan luego cuando son
administrados a los seres humanos. Además, y hasta donde hoy en día alcanzamos
a saber, no existe ninguna otra especie animal que desarrolle los mismos
síntomas complejos que provoca el virus SARS-CoV-2 en los humanos. “A pesar de la terrible afirmación de algunos
defensores de los experimentos con animales diciendo que una vacuna no sería
posible sin servirse de ellos, lo cierto es que el avance tan veloz en el
desarrollo de remedios tan distintos sólo ha sido posible porque esas pruebas
se han saltado en muchos casos”, explica Filipova. La necesidad del
desarrollo de métodos de investigación más precisos, humanos y libres de
torturas está creciendo en todo el mundo. Ahora mismo, por ejemplo, 10
mini-órganos humanos, llamados organoides, o tejidos, pueden ser infectados por
el virus SARS-CoV-2 y proveer importante información sobre las interacciones
que provoca el patógeno en el organismo de una persona. En Estados Unidos
recientemente se lanzó un programa para probar vacunas utilizando chips de
multi-órganos. O también por otro lado, complejos modelos informáticos son ya
utilizados para analizar la efectividad de medicinas o vacunas. “Esos modelos han proporcionado nuevos
conocimientos importantes acerca del Coronavirus. El desarrollo y obtención de
las tan celebradas vacunas es posible sólo gracias a esa metodología
alternativa y a los datos obtenidos de pacientes”, constata Filipova.
En Alemania, menos del 1% del presupuesto
público se invierte ahora mismo en esos métodos fiables y modernos. El resto,
un 99%, se sigue desperdiciando con experimentos que involucran animales. Filipova
es categórica: “Exigimos que se
redistribuya la financiación y que se reconozcan legalmente esas tecnologías
alternativas como métodos de prueba en el desarrollo de medicamentos, en lugar
de experimentos obsoletos con los animales. Esa es la única manera de poder
desarrollar remedios y vacunas eficaces y seguras, de un modo más rápido y
fiable.”
En investigación, para obtener resultados aplicables a los seres humanos, es necesario que los modelos usados sean lo más similar posible a nosotros. Ahora, investigadores de IrsiCaixa –centro impulsado conjuntamente por la Fundación «la Caixa» y el Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya– y el Instituto de Biología Evolutiva (IBE) –un centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)– inician un proyecto con organoides de pulmón y cerebro, miniórganos diseñados en el laboratorio, que permitirán simular una infección por el SARS-CoV-2 lo más real posible. El estudio se llevará a cabo con virus SARS-CoV-2 obtenidos directamente de pacientes, una alternativa que substituye a los virus artificiales –modificados para evitar su replicación– ampliamente usados en el laboratorio y que refleja mejor la realidad de la infección.
Esta estrategia es posible gracias a las instalaciones del CMCiB –centro del IGTP–, que cuenta con unas instalaciones de nivel de contención biológica 3 (NCB3), que recientemente ha adecuado para equipar y ofrecer las estrictas condiciones de bioseguridad complementarias para trabajar con SARS-CoV-2 de pacientes. Esto posiciona al CMCiB como el segundo centro de Cataluña donde se trabaja con “virus reales” de SARS-CoV-2 y es un servicio valioso que permite iniciar nuevos proyectos en el Campus Can Ruti encarados a buscar diagnósticos y tratamientos contra la COVID-19. El objetivo final es estudiar cómo este virus afecta a los órganos humanos y la efectividad de varios fármacos para frenar la infección. Esto se podrá llevar a la práctica gracias al uso de Inteligencia Artificial (IA), que permitirá determinar el grado de afectación de los miniórganos para infección y el papel de los fármacos en cada caso.
El SARS-CoV-2 es un virus de transmisión aérea, por eso ha sido necesario adaptar las instalaciones de nivel de bioseguridad a estas particularidades y ofrecer la formación adecuada al personal investigador que venga a desarrollar proyectos, pero era necesario. Ahora, no sólo podemos estudiar mejor cómo se desarrolla la infección real, sino que estamos preparados para trabajar con otros virus similares», explica el director del CMCiB y presidente del Comité de Bioseguridad del IGTP, el Dr. Pere-Joan Cardona. «Disponer de estos recursos en el Campus Can Ruti nos permite realizar proyectos más ambiciosos en el ámbito de las enfermedades infecciosas. El hecho de llevar a cabo el estudio en organoides también hará que los resultados sean lo más similar posible a los que se podrían obtener en humanos, y eso es esencial», añade el investigador ICREA en IrsiCaixa, el Dr. Javier Martínez-Picado.Los organoides, ya utilizados previamente en investigación, son miniórganos con un tamaño de pocos milímetros. En general, estos se generan a partir de células madre que tienen el potencial de formar cualquier órgano humano. En este caso, se convertirán en pulmón y cerebro.
Entre 2015 y 2019 se han llevado a cabo más de 9 millones de experimentos con decenas de especies en la Unión Europea
Los expertos afirman que los avances en métodos alternativos permitirán terminar con esta práctica tarde o temprano.
“La experimentación con animales va a ir desapareciendo poco a poco”. Drástica y segura, Carmen Méndez, la presidenta y portavoz de la Asociación de Defensa de Derechos Animales (ADDA), vislumbra el final de la práctica más pronto que tarde y “por una razón muy sencilla”, tal y como afirma ella misma al otro lado del teléfono: “Ya no es por la moral ni por acabar con el sufrimiento animal… Es que ni siquiera es un método efectivo”. No obstante, España realizó en 2018 hasta 836.096 experimentos con animales. Son más que los que se contaron en 2017, cuando se llevaron a cabo 725.833, una cifra que le valió el tercer puesto en la lista de los países de la Unión Europea que más lo hacen, solo por detrás de Alemania y Francia, en cuyos laboratorios se producen 1,8 millones.
No se trata, sin embargo, de un podio meritorio o gratificante. El 22 de diciembre de 2010, la Unión Europea emitió una Directiva —la 22/63/2010— en la que alentaba a los países miembros de forma muy reiterada a que dedicasen medios a la búsqueda y la aplicación de “métodos alternativos de experimentación” y aunque entre 2015 y 2017 en la UE se experimentó con animales en más de 9 millones de ocasiones, la presidenta de ADDA celebra que “la situación es mucho mejor ahora que hace veinte o treinta años”. Sobre todo, insiste en que “es natural que progresivamente se vaya reduciendo”, habida cuenta de que se ha demostrado que la experimentación con animales “no es efectiva para poner solución a las enfermedades de los humanos”. Una rata no es un humano de 75 kg, resuelve.
Su postura se ampara en un estudio del grupo alemán Doctors Against Animal Experiments que afirma que “más del 90% de los medicamentos que resultan efectivos en animales fracasan en las fases clínicas posteriores en los humanos”. Tal y como reza el estudio, en muchas ocasiones los medicamentos que sí han funcionado con ratones, perros, vacas o cerdos no son útiles para los humanos porque “simplemente no generan la reacción esperada o provocan efectos secundarios”. Aunque hay países que encabezan la lucha contra esta especie de maltrato animal, Méndez evita señalar a uno en concreto en el que pudiera reflejarse España para avanzar en el cese de la actividad —”lo que hay que hacer es trabajar en la dirección que señala Europa e invertir en I+D+I para hallar métodos alternativos”—. De todos modos, sí elogia el caso de Holanda, un país que se ha comprometido a prohibir, en los próximos años, prácticamente toda experimentación animal.
El futuro pasa por los ‘organoides’
Europa apunta con el dedo a las alternativas que pueden poner solución al sufrimiento animal que provocan dichas prácticas, que todavía en la actualidad son el pan de cada día en industrias como la farmacológica, la médica, la cosmética, la armamentística o la biogenética. Por el momento, el camino que, según los expertos consultados, se descubre como el más prometedor pasa por la creación de una suerte de órganos en miniatura denominados organoides que se generan a partir de células madre. Sustituir los animales por elementos artificiales “no solo sería positivo moralmente”, desliza la portavoz de ADDA, que cree que si fuera simplemente por ayudar a los animales nadie movería un dedo, “sino que también sería más efectivo”. Hasta ahora, continúa, “hemos perdido la oportunidad de poner solución a muchas enfermedades por confiar en un método, el de la experimentación animal, que se ha demostrado erróneo”.
El animal de laboratorio por excelencia
Pero entretanto, mientras los distintos países no dan los pasos definitivos y por mucho que el estado de la cuestión sea el mejor en mucho tiempo, un gran número de ejemplares continúa padeciendo y muriendo en todo el mundo y, en concreto, en España. El 5,13% de los procedimientos que se aplican a los animales, sin ir más lejos, son tan duros que no permiten su recuperación, es decir, que los llevan a la muerte. Un 8,21%, por otra parte, son severos; un 34,97%, moderados y algo más de un 50% son leves. Por situar un poco los datos, algo más del 65% de las pruebas en nuestro país se realizan con ratones, el animal de laboratorio por excelencia, aunque Méndez aclara que se utilizan “muchas más especies”. En el informe que elaboró el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación con datos del 2017 aparecen hasta 37, entre ellas los perros, gatos, cerdos, vacas o cabras.
Carmen Méndez no echa las campanas al vuelo, porque “por mucho que hayamos avanzado en estos últimos años”, la experimentación con animales todavía es una realidad. Al Gobierno le pide más recursos destinados a la investigación y a la formación de nuevos investigadores, pero es cierto que una de las cosas que más le preocupan, desliza como colofón, “son los lobbies”, unos grupos de poder que, según afirma, podrían retrasar el cambio.
La nueva estrategia europea de químicos para la sostenibilidad no recoge ningún compromiso para poner fin a la experimentación con animales.
19 octubre 2020
Es reciente. Vio la luz el pasado 14 de octubre y es la hoja de ruta a seguir en materia de registro, evaluación y comercialización de sustancias químicas dentro de la Unión Europea. La nueva Estrategia de Químicos para la Sostenibilidad (EU Chemicals Strategy for Sustainability) es un acuerdo enmarcado dentro del Plan “Green Deal” adoptado en 2019 y que pretende acabar antes de 2050, por ejemplo, con la emisión de gases de efecto invernadero o con la polución del aire. La estrategia mencionada tiene que llevarla a cabo la ECHA, la Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos, que es la que controla la materia desde la entrada en vigor del Reglamento REACH (1907/2006 de 18 de diciembre de 2006). Dicho reglamento establece muy claramente en su artículo 25 la siguiente consideración: “Con el fin de evitar los ensayos con animales, para los fines del presente Reglamento se realizarán ensayos con animales vertebrados sólo como último recurso. También es necesario tomarmedidas para limitar la duplicación de otros ensayos”.
Pues bien, en la nueva estrategia no hay mención alguna ni plan concreto para lograr ese objetivo, como así Cruelty Free Europe, lobby europeo que lucha para poner fin a la experimentación con animales, del cual Ong ADDA forma parte, ha venido reclamando con insistencia a los responsables políticos. El nuevo texto sólo menciona que los animales “son aún usados sistemáticamente para hacer pruebas en el campo de la química en Europa”. Y no establece ningún compromiso más allá del genérico: “fomentar la investigación, las innovaciones digitales y la capacidad de análisis de datos para sustituir los experimentos con animales”.
Los últimos datos de 2018 indican que en Europa, a pesar de las intenciones que claramente exponen los distintos reglamentos en vigor, los animales usados para la experimentación en materia de químicos seguían creciendo. 2,2 millones fueron sometidos en concreto a las torturas que suponen las pruebas para permitir a las empresas inscribir nuevos materiales o mezclas de ellos en el registro oficial REACH.
Katy Taylor, Directora de Ciencia de Cruelty Free Europe, lamenta este nuevo retroceso: “La financiación destinada a alternativas por la Comisión Europea y la ECHA es insignificante y la incorporación formal de nuevos métodos inaceptablemente lenta. Si no se hace nada para fomentar la inversión, la nueva estrategia de químicos comportará, de nuevo, la muerte y el sufrimiento de millones de animales.” Y constata así mismo, el incumplimiento de las expectativas. “Espérabamos que esta, como pilar central del plan de sostenibilidad de la Unión Europea, hubiera sido una estrategia proactiva y ambiciosa para alejarse de la experimentación con animales. Lamentablemente no hay señales de eso”.
La Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, en comparación, sí ha dado, recientemente, un paso adelante del que ahora se aleja Europa. Se trata de la publicación de un nuevo reglamento que permite a los investigadores renunciar a probar productos químicos en la piel de los animales en determinadas circunstancias.
Investigadores de todo el mundo están compitiendo por probar una posible vacuna contra el nuevo coronavirus o COVID-19, que en el mes de junio del 2020 ya había infectado a 7,2 millones de personas en todo el mundo y matado a más de 408 000.[1]
Lamentablemente, este proceso implica
una cantidad significativa de pruebas con animales que se llevan a cabo en una
variedad de especies, incluidos ratones, ratas, hámsteres, gatos, conejillos de
indias, hurones y primates. A medida que los investigadores y los países
compiten por conseguir una vacuna o un tratamiento, se pueden seguir repitiendo
las mismas pruebas o similares en animales, lo que provoca un incremento de
sufrimiento.
Existe el riesgo real de que, en
lugar de ayudarnos, estos ensayos basados en animales induzcan a error a los
investigadores: buenas vacunas o tratamientos pueden ser descartados por
ineficaces mientras que otras vacunas potencialmente dañinas pero respaldadas
por ensayos con animales poco fiables pueden pasar a los ensayos en humanos.
Ahora, tal vez más que nunca, resulta
de vital importancia que consideremos la calidad y la humanidad de nuestra
ciencia y continuar trabajando para progresar en el desarrollo de métodos más avanzados
y sin animales.
Deseamos disponer de una vacuna
segura y rápida para la COVID-19 utilizando métodos científicos alternativos,
que estén directamente relacionados con la enfermedad de los humanos y que puedan
suministrar al mercado vacunas y tratamientos más seguros y eficaces. Para
ello, es necesaria la coordinación global, regional y nacional, así como una
mayor financiación y apoyo en relación con estos métodos.
¿Cuál es la situación actual con una vacuna contra la COVID-19?
La secuencia genética del SARS-COV-2, el nuevo coronavirus que causa COVID-19, se publicó por primera vez el 11 de enero de 2020[2]. Actualmente se están desarrollando más de 130 vacunas potenciales contra la COVID-19 en todo el mundo[3]. La mayoría de estas vacunas se encuentran en las primeras etapas de las pruebas, que normalmente involucran a los animales.
Hasta la fecha, diez de estas vacunas se están probando actualmente en seres humanos: cinco fabricadas en China, tres en Estados Unidos, una en el Reino Unido y otra en Alemania, y otros países pronto los seguirán.
Algunas de las vacunas más prometedoras se han desarrollado utilizando una tecnología que nunca antes había sido utilizada en una vacuna aprobada.
Por ejemplo, una de las pioneras es la empresa estadounidense Moderna, cuya vacuna aparentemente ha sido capaz de saltarse algunos de los ensayos habituales en animales y pasar rápidamente a los ensayos en humanos debido a la nueva forma en que se ha producido. En lugar del método tradicional de inyectar a las personas una versión inactivada o debilitada de un virus, los científicos de Moderna han descubierto una manera de diseñar e inyectar las instrucciones moleculares necesarias para hacer que la proteína que se encuentra en la superficie del virus se introduzca directamente en el cuerpo humano[4]. Esto desencadena una respuesta inmune similar a las vacunas tradicionales, siendo potencialmente más segura y también evitando el costoso y largo proceso de producción. La vacuna mRNA-1273 de Moderna fue la primera en comenzar los ensayos en humanos de fase 1 el 16 de marzo de 2020, aparentemente después de un solo ensayo en ratones que recibieron una vacuna experimental para el MERS (un coronavirus relacionado) que se produjo de la misma manera[5] .
La vacuna de la Universidad de Oxford, originalmente llamada ChAdOx-1-S, también es una de las favoritas después de mostrar resultados prometedores en los ensayos con monos. La vacuna está hecha de una versión debilitada de otro virus (adenovirus) que causa síntomas de resfriado y gripe en los chimpancés[6]. Recibió 90 millones de libras esterlinas de fondos del Gobierno y ahora se encuentra en ensayos clínicos de fase 1[7]. AstraZeneca anunció recientemente un acuerdo de 1200 millones de dólares con el Gobierno de Estados Unidos para producir 400 millones de dosis de la vacuna, ahora renombrada AZD1222, si resulta efectiva[8] .
Otros de los principales competidores son dos vacunas de las empresas chinas CanSino Biological y SinoVac, las cuales están siendo sometidas a pruebas en humanos después de los resultados prometedores en un estudio humano de fase 1 y un estudio de monos, respectivamente (ver más abajo)[9] .
Muchos expertos han afirmado que una vacuna tardará entre 12 y 18 meses en desarrollarse y, por lo tanto, se podría esperar que esté disponible en algún momento de 2021[10]. Sin embargo, la historia nos dice que esto es poco probable. Generalmente, una vacuna tarda un promedio de entre 15 y 20 años en pasar de una idea a un producto aprobado[11]. La vacuna más rápida jamás desarrollada fue para las paperas, con la que tardaron cuatro años[12]. Incluso con los programas de desarrollo acelerado (como lo que estamos viendo ahora), acaba de ser aprobada en diciembre de 2019 por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus datos) una vacuna contra el ébola cinco años después del brote de 2014[13].
Lamentablemente, no hay garantías de llegar a conseguir una vacuna para la COVID-19. El virus del dengue se identificó en 1943, pero la primera vacuna fue aprobada en 2019[14]. Y, a pesar de décadas de ensayos, todavía no tenemos vacuna contra el VIH como tampoco hay una vacuna aprobada para otros brotes recientes como el MERS y el SARS (ambos también coronavirus), y tampoco para el zika.
Solo alrededor del 6 % de las potenciales vacunas llegan al mercado[15]. Los fallos generalmente son debidos a problemas de seguridad o simplemente porque la vacuna no funcionó en los humanos. Por ejemplo, en un ensayo humano se encontró que una vacuna contra el virus respiratorio SARS hacía que las personas fueran aún más susceptibles a la enfermedad[16].
Existe también la preocupación de que, con una posible disminución de casos de COVID-19 no hubiera la cantidad suficiente de personas en las que probar la vacuna[17]. Por ejemplo, a pesar de los grandes esfuerzos y fondos económicos para desarrollar vacunas para el MERS y el SARS al principio de sus epidemias, se perdió el impulso a medida que los brotes disminuyeron, y los ensayos de vacunas fueron finalmente abandonados[18].
¿Qué pruebas con animales se están realizando?
Resulta preocupante la cantidad de ensayos con animales que se están realizando en todo el mundo: en EE. UU., China, Canadá, Australia y en toda Europa, con monos, hámsteres, hurones, ratones y gatos.
Es imposible dar cifras sobre el número de animales que se están utilizando porque estos no se publican regularmente, y ciertamente no en relación con la COVID-19. Sin embargo, la investigación de Cruelty Free International acaba de demostrar que anualmente se utilizan en pruebas casi 200 millones de animales en todo el mundo, incluyendo 207 724 pruebas con perros y 158 780 con monos[19].
Se están utilizando animales en ensayos reglamentarios para ver si las nuevas vacunas para la COVID-19 son seguras. En estos ensayos, a los animales se les inyecta —o son obligados a inhalar— la vacuna, casi siempre en dosis muy superiores a las que los seres humanos se les administraría, observando si enferman entre los 28 y 90 días antes de matarlos, para examinar los daños causados en sus órganos.
También se realizan ensayos para ver si la vacuna funciona, es decir, si se puede prevenir o reducir la infección. En estas pruebas, se vacuna a los animales y luego se les infecta con el virus COVID-19. Veamos un ejemplo.
Se inyectó la vacuna a seis macacos Rhesus antes de ser expuestos al virus COVID-19. Otro grupo de control de tres monos sin vacunar también estuvo expuesto al virus. Todos ellos fueron monitoreados durante 7 días en busca de signos de infección antes de ser matados y diseccionados.
Al final del estudio, los nueve monos dieron positivo con relación al virus, significando que la vacuna no pudo evitar que los animales vacunados se infectaran y, por lo tanto, no sería probable que pudieran detener la propagación a otros. Tres de los monos vacunados y también el resto de los monos de control sufrieron alteraciones respiratorias debido a la infección. No obstante, dado que se encontró que los monos vacunados presentaban síntomas menos graves en general, como por ejemplo, ningún signo de neumonía, la vacuna pasó a los ensayos en humanos4.
Se inyectaron dos dosis diferentes de la vacuna a diez macacos Rhesus tres veces durante un período de dos semanas. Luego el virus COVID-19 se inyectó directamente en sus pulmones a través de un tubo por la tráquea. Otro grupo de control de cinco macacos no vacunados también fue infectado con el virus.
Siete días después, fueron sacrificados y diseccionados. Todos los monos no vacunados desarrollaron una neumonía grave antes de esto. Si bien no se detectó ningún virus en los órganos de los monos a los que se les administró la dosis más alta de la vacuna, los que fueron vacunados con una dosis más baja sí que mostraron algunos signos de infección. No obstante, los investigadores se refirieron a esto como un blip viral (aumento transitorio de la carga viral), trasladando la vacuna a los ensayos en humanos.
Además del desarrollo de vacunas, los animales también se están utilizando en experimentos de posibles tratamientos de anticuerpos y antivirales para las personas infectadas con la Covid-19, y en proyectos de investigación básica destinados a encontrar las especies más susceptibles (que puedan utilizarse en futuras investigaciones o pruebas reglamentarias) o para tratar de entender cómo el virus causa la infección.
Asimismo, se están estudiando los medicamentos existentes para ver si pueden ser reutilizados como tratamientos en los pacientes de la COVID-19. Aunque muchos de estos fármacos, incluida la hidroxicloroquina contra la malaria, ya habían pasado con anterioridad las pruebas de seguridad en ensayos con animales, pueden volver a realizarse pruebas adicionales para tratar de demostrar que estos fármacos resultan aptos para tratar la COVID-19[22].
Científicos en China también llevaron a cabo una serie de experimentos en perros, gatos, hurones, patos, cerdos y pollos para determinar qué especies podrían estar infectadas con COVID-19[23].
La mayoría de los experimentos consistieron en inyectar el virus en las fosas nasales de los animales y mantenerlos aislados en jaulas para tomar muestras nasales y rectales antes de matarlos y diseccionarlos. Concluyeron que los hurones y los gatos son los más susceptibles al virus de la COVID-19, aunque no desarrollan los mismos síntomas que los humanos, mientras que los perros, cerdos, patos y pollos no se infectan fácilmente con el virus.
Otro grupo de investigadores chinos infectó a los hámsteres con COVID-19, informando que desarrollaron signos de la enfermedad, incluida la pérdida de peso y la respiración acelerada[24].
Una compañía con sede en EE. UU. llamada Emergent BioSolutions está utilizando caballos para producir un fármaco a base de anticuerpos para tratar la COVID-19[25]. Debido a su tamaño, los caballos se utilizan a menudo como fábricas de plasma y anticuerpos, y son desangrados regularmente para este propósito5.
¿Cuáles son los problemas científicos con la utilización de animales para la investigación de la COVID-19?
La historia nos ha demostrado que las pruebas en animales no predicen lo que sucederá en los seres humanos. Los animales no son minihumanos: a menudo, no sufren la misma enfermedad que nosotros y responden de manera diferente a los fármacos.
Más del 90 % de los nuevos medicamentos que parecen ser seguros y eficaces en animales fracasan en los ensayos clínicos en humanos[26]. También hay evidencias específicas con las vacunas. Se está buscando una vacuna contra el VIH/sida desde hace más de tres décadas, sin éxito hasta la fecha, a pesar de realizarse cientos de ensayos clínicos sobre docenas de tipos de vacunas que parecían ser prometedoras en los primates.
Los investigadores de todo el mundo están luchando para encontrar el modelo animal perfecto de COVID-19, pero aún no lo han encontrado. Los típicos animales de laboratorio, como ratones, ratas y perros, no son tan susceptibles al virus como los humanos. Incluso los monos, considerados la especie más similar a nosotros, no desarrollan los síntomas más graves que la COVID-19 causa en los seres humanos[27]. Sin embargo, se continúan utilizando animales a pesar de no poder proporcionar respuestas claras.
Los ratones modificados genéticamente que prometían ser la solución no han tenido ningún efecto hasta ahora. Cuando los ratones no modificados genéticamente fueron infectados con la COVID-19, no sucedió nada (resultaban difíciles de infectar con éxito), por lo que algunos científicos recurrieron al antiguo modelo de ratón modificado genéticamente creado años atrás cuando se produjo el brote de SARS: lo criaron en gran número con la esperanza de que resultaran útiles después de realizar algunos ajustes genéticos[28]. Sin embargo, la COVID-19 solo provocó enfermedades leves en esos ratones.
Cabe señalar que ninguno de los pioneros en la carrera de vacunas contra la COVID-19 ha superado las primeras etapas de ensayos con gran éxito. Como se ha mencionado anteriormente, la vacuna Oxford no pudo prevenir la infección en monos, aunque sí redujo el desarrollo de síntomas graves, y la vacuna Sinovac tan solo proporcionó una protección parcial en monos después de ser probada en ratones y ratas. Incluso la vacuna Moderna provocó reacciones negativas secundarias en los voluntarios humanos durante los ensayos en fase 1, incluidas náuseas y fiebre alta[29], mientras que la vacuna de CanSino causó fiebre grave en el 8 % de sus participantes en el ensayo[30].
Todo esto plantea la cuestión de si los animales son realmente útiles para ofrecer información en el desarrollo de vacunas (y otros medicamentos), especialmente en situaciones en las que, a pesar de los resultados decepcionantes o ambiguos de los ensayos con animales, se continúa con la fase siguiente de ensayos en humanos. Posiblemente los investigadores, dependiendo de la situación, parecen elegir en qué datos quieren centrarse y qué prefieren ignorar. De hecho, un reciente taller sobre COVID-19, celebrado por la Coalición Internacional de Autoridades Reguladoras de Medicamentos (ICMRA), concluyó que las pruebas de eficacia en «modelos de animal» (en que los animales son infectados con el virus después de ser vacunados para averiguar si la vacuna funciona) no son realmente necesarias para pasar a la fase de los ensayos en humanos[31]. ¡Sin embargo, todavía continúan llevándose a cabo!6
¿Cuáles son las alternativas al uso de animales?
Reemplazar las pruebas en animales no significa poner en riesgo a los pacientes humanos. Tampoco significa detener el progreso de la medicina. En cambio, reemplazar las pruebas con animales mejoraría la calidad y la humanidad de nuestra ciencia.
Afortunadamente, el desarrollo de métodos alternativos está creciendo. Debido a las innovaciones de la ciencia, las pruebas en animales ya están siendo reemplazadas en áreas como las pruebas de toxicidad y el desarrollo de fármacos. Pero queda mucho por hacer.
Las razones por las que persiste la experimentación en animales con frecuencia no son científicas. En cambio, sí que pueden ser debidas al conservadurismo existente dentro de la comunidad científica: resulta más fácil y más cómodo seguir haciendo lo que siempre se ha hecho. Los resultados de las pruebas en animales son fáciles y cómodos de comparar con ensayos anteriores, dando sensación de seguridad a los investigadores. También permite a los organismos reguladores aplicar el criterio de llenar la casilla de verificación en los formularios, aunque se encuentre disociada de las necesidades del mundo real.
Tanto los organoides (pequeños órganos)[32] y los sistemas microfisiológicos[33], es decir, las tecnologías de cuerpo/órgano en chip, son métodos relevantes para el ser humano, que están proporcionando modelos más realistas para probar nuevas terapias. En la actualidad, ambos métodos se utilizan con células inmunitarias añadidas, resultando particularmente apropiado para el desarrollo de vacunas, y también puede exponerse a los anticuerpos, o al suero de personas infectadas o vacunadas para probar la eficacia.
Un equipo español ya ha demostrado que el SARS-COV-2 puede infectar los vasos sanguíneos humanos creados mediante ingeniería celular y los organoides renales, y que una enzima humana la puede inhibir, lo que promete un posible tratamiento[34].
Los ganglios linfáticos humanos artificiales cultivados en 3D[35] se han creado para modelar la inmunidad innata y adaptativa, y se han utilizado en la evaluación de las vacunas contra la gripe. También se ha desarrollado un modelo 3D de células de vías respiratorias humanas que se puede usar para evaluar el efecto de posibles fármacos en el sistema respiratorio humano.
Los estudios en voluntarios humanos sanos e infectados también son clave. Por ejemplo, los estudios en humanos han demostrado que las respuestas de anticuerpos a la infección por COVID-19 son a menudo débiles o disminuyen relativamente rápido, permitiendo la reinfección de un individuo previamente infectado[36]. Los estudios en humanos también mostraron que algunos de los anticuerpos contra el SARS previenen la infección, y algunos de estos reaccionan de forma cruzada a la COVID-19, lo cual resulta prometedor[37]. También se pueden usar cultivos de líquido pulmonar y muestras de biopsia de pacientes para estudiar el genoma del virus e investigar el daño del tejido pulmonar. Las vacunas pasivas también se están investigando, inyectando anticuerpos contra el virus en los pacientes, ya sea de los supervivientes de la COVID-19 o producidos in vitro (basada en células)[38].
Las técnicas avanzadas igualmente incluyen el modelo matemático de las tasas de transmisión e infección, que han demostrado ser vitales para nuestra comprensión y control de la pandemia. Los programas informáticos también se están utilizando para detectar posibles candidatos a vacunas y medicamentos en función de sus propiedades químicas y estructurales o similitud con las terapias existentes.
Para más información contactar con info@crueltyfreeeurope.org.