La ONG Animal Defenders International, con sede en Londres, ha elaborado una carta avalada por un centenar de expertos en la materia y dirigida a la Organización Mundial de la Salud, a gobiernos estatales, y también a investigadores, empresas y organismos financieros del sector. El texto insta a abandonar la ineficacia y la crueldad de las pruebas científicas realizadas con animales para descubrir tratamientos de enfermedades y a invertir mucho más en los múltiples métodos biotecnológicos de investigación ya existentes, unos métodos que conllevan una fiabilidad mucho mayor pero también unos costes iniciales destacables. La carta fue publicada en el marco de la Asamblea Mundial de la Salud, el pasado 18 de mayo, y ya ha sido firmada por más de 51.000 personas.
Las últimas estimaciones calculan que cada año se utilizan en Europa 11 millones de animales para los diversos procesos que conlleva la experimentación. A nivel mundial esta cifra se eleva hasta los 192 millones. La eclosión del nuevo virus, COVID-19, a escala planetaria, ha acelerado la rueda de financiación y colaboración entre científicos, empresas y gobiernos de todo el mundo para tratar de encontrar una vacuna o un tratamiento adecuado al patógeno. Lo cierto, es que la mayoría de estas investigaciones siguen utilizando los animales y los inducen a la muerte o peor aún, los someten a dolores persistentes, sufrimiento y en general a unas condiciones de cría, transporte y estancia absolutamente contrarias a su bienestar. Todo ello a pesar de que la última directiva europea en la materia (2010/63 / EU «Protección de los animales utilizados para fines científicos«) obligue al contrario, y a pesar de que el Artículo 13 del Tratado de Funcionamiento de la Unión estipule claramente que «el bienestar de los animales es un valor consagrado de la institución «.
En la investigación contra este nuevo tipo de Coronavirus, lejos de huir de la tendencia, se están utilizando sobre todo ratones, hurones, cobayas, cerdos, gatos y varios tipos de primates, mayoritariamente en laboratorios del Reino Unido, los Estados Unidos, los Países Bajos, China o Australia. Varios estudios han demostrado que a pesar de la alta similitud entre el sistema genético de ciertos animales y el sistema genético humano, factor que es empleado generalmente para justificar esta práctica, el metabolismo no sólo es absolutamente dispar entre especies sino que además varía de manera notoria también entre individuos. Dicho de otro modo, el hecho de que una sustancia actúe de igual forma en animales y en personas no debería atribuirse a una constatación empírica, sino más bien a una casualidad. La carta pone como ejemplo el caso de los ratones, que tienen un sistema respiratorio diferente y unos receptores celulares distintos de los que utiliza el virus para infectar a los seres humanos. En lugar de descartar el poco rigor pues, y empujados sobre todo por el negocio circular suculento que gira desde hace más de medio siglo entorno a los animales, los «investigadores» tratan de humanizar a los ratones para asegurarse de que contraen y desarrollan el virus de la misma manera que lo hacen las personas.
Durante esta larga etapa en la historia de la investigación, más de un 90% de los fármacos identificados como positivos en animales han resultado ser absolutamente ineficaces o contraproducentes para las personas. Sin embargo la delegación de la Organización Mundial de la Salud en China avisa que aún hay que encontrar el animal ideal para investigar patógenos y vías de transmisión y para ensayar terapias antivirales y vacunas. Este hecho evidentemente estimula aún más la inercia de esta ciencia lenta y de muy cuestionable fiabilidad y la incentiva en la búsqueda de este modelo «de animal ideal» en lugar de dejar paso a los nuevos métodos biotecnológicos que poco a poco, pero con algunos obstáculos, van ganando peso.
Estas nuevas posibilidades, que reducen el tiempo de investigación y aumentan de manera notoria la rigurosidad, necesitan sin embargo altas fuentes de financiación y apoyo para poder progresar. Entre ellas hay modelos matemáticos de transmisión y tamaño de la epidemia, el uso de cultivos de fluidos pulmonares para estudiar el genoma del virus, muestras de biopsia de pacientes para investigar el daño provocado en el tejido pulmonar, modelos de inteligencia artificial que podrían proyectar tratamientos, órganos humanos en chips que emulan la infección para el descubrimiento de fármacos, organoides desarrollados a partir de células madre, modelos de células in vitro en 3D y tratamientos con anticuerpos generados por personas que ya han superado el virus.
En un movimiento para acelerar el proceso la Coalición Internacional de Autoridades Reguladoras de Medicamentos ICMRA informó durante este tiempo de confinamiento que, en el caso exclusivo del nuevo SARS COVID-19 no hará falta probar la efectividad de las vacunas en animales antes de proceder a los ensayos clínicos en humanos. No obstante, los tests seguirán siendo requisitos indispensables antes de que ninguna vacuna o tratamiento se pueda empezar a comercializar, con el perjuicio que esto seguirá implicando para millones de animales en todo el mundo.
JAN CREAM (Presidenta de Animal Defenders International): «Hay una necesidad urgente de abordar y tratar la COVID-19 y otras enfermedades humanas con una ciencia mejor y más rápida. Para proporcionar tratamientos más seguros y efectivos para ayudar a las personas necesitamos alejarnos de la investigación con animales y adoptar métodos científicos avanzados y fiables, más relevantes para los humanos «.
Dr. ARYAN TAVAKKOLI (neumólogo MRCP FRACP): «Con métodos increíblemente sofisticados, como los modelos de pulmón humano disponibles, es vital que los recursos y el tiempo vayan destinados a estos métodos para encontrar tratamientos y una vacuna para este virus potencialmente mortal«. (14 mayo 2020)
Investigadores de todo el mundo están compitiendo por probar una posible vacuna contra el nuevo coronavirus o COVID-19, que en el mes de junio del 2020 ya había infectado a 7,2 millones de personas en todo el mundo y matado a más de 408 000.[1]
Lamentablemente, este proceso implica
una cantidad significativa de pruebas con animales que se llevan a cabo en una
variedad de especies, incluidos ratones, ratas, hámsteres, gatos, conejillos de
indias, hurones y primates. A medida que los investigadores y los países
compiten por conseguir una vacuna o un tratamiento, se pueden seguir repitiendo
las mismas pruebas o similares en animales, lo que provoca un incremento de
sufrimiento.
Existe el riesgo real de que, en
lugar de ayudarnos, estos ensayos basados en animales induzcan a error a los
investigadores: buenas vacunas o tratamientos pueden ser descartados por
ineficaces mientras que otras vacunas potencialmente dañinas pero respaldadas
por ensayos con animales poco fiables pueden pasar a los ensayos en humanos.
Ahora, tal vez más que nunca, resulta
de vital importancia que consideremos la calidad y la humanidad de nuestra
ciencia y continuar trabajando para progresar en el desarrollo de métodos más avanzados
y sin animales.
Deseamos disponer de una vacuna
segura y rápida para la COVID-19 utilizando métodos científicos alternativos,
que estén directamente relacionados con la enfermedad de los humanos y que puedan
suministrar al mercado vacunas y tratamientos más seguros y eficaces. Para
ello, es necesaria la coordinación global, regional y nacional, así como una
mayor financiación y apoyo en relación con estos métodos.
¿Cuál es la situación actual con una vacuna contra la COVID-19?
La secuencia genética del SARS-COV-2, el nuevo coronavirus que causa COVID-19, se publicó por primera vez el 11 de enero de 2020[2]. Actualmente se están desarrollando más de 130 vacunas potenciales contra la COVID-19 en todo el mundo[3]. La mayoría de estas vacunas se encuentran en las primeras etapas de las pruebas, que normalmente involucran a los animales.
Hasta la fecha, diez de estas vacunas se están probando actualmente en seres humanos: cinco fabricadas en China, tres en Estados Unidos, una en el Reino Unido y otra en Alemania, y otros países pronto los seguirán.
Algunas de las vacunas más prometedoras se han desarrollado utilizando una tecnología que nunca antes había sido utilizada en una vacuna aprobada.
Por ejemplo, una de las pioneras es la empresa estadounidense Moderna, cuya vacuna aparentemente ha sido capaz de saltarse algunos de los ensayos habituales en animales y pasar rápidamente a los ensayos en humanos debido a la nueva forma en que se ha producido. En lugar del método tradicional de inyectar a las personas una versión inactivada o debilitada de un virus, los científicos de Moderna han descubierto una manera de diseñar e inyectar las instrucciones moleculares necesarias para hacer que la proteína que se encuentra en la superficie del virus se introduzca directamente en el cuerpo humano[4]. Esto desencadena una respuesta inmune similar a las vacunas tradicionales, siendo potencialmente más segura y también evitando el costoso y largo proceso de producción. La vacuna mRNA-1273 de Moderna fue la primera en comenzar los ensayos en humanos de fase 1 el 16 de marzo de 2020, aparentemente después de un solo ensayo en ratones que recibieron una vacuna experimental para el MERS (un coronavirus relacionado) que se produjo de la misma manera[5] .
La vacuna de la Universidad de Oxford, originalmente llamada ChAdOx-1-S, también es una de las favoritas después de mostrar resultados prometedores en los ensayos con monos. La vacuna está hecha de una versión debilitada de otro virus (adenovirus) que causa síntomas de resfriado y gripe en los chimpancés[6]. Recibió 90 millones de libras esterlinas de fondos del Gobierno y ahora se encuentra en ensayos clínicos de fase 1[7]. AstraZeneca anunció recientemente un acuerdo de 1200 millones de dólares con el Gobierno de Estados Unidos para producir 400 millones de dosis de la vacuna, ahora renombrada AZD1222, si resulta efectiva[8] .
Otros de los principales competidores son dos vacunas de las empresas chinas CanSino Biological y SinoVac, las cuales están siendo sometidas a pruebas en humanos después de los resultados prometedores en un estudio humano de fase 1 y un estudio de monos, respectivamente (ver más abajo)[9] .
Muchos expertos han afirmado que una vacuna tardará entre 12 y 18 meses en desarrollarse y, por lo tanto, se podría esperar que esté disponible en algún momento de 2021[10]. Sin embargo, la historia nos dice que esto es poco probable. Generalmente, una vacuna tarda un promedio de entre 15 y 20 años en pasar de una idea a un producto aprobado[11]. La vacuna más rápida jamás desarrollada fue para las paperas, con la que tardaron cuatro años[12]. Incluso con los programas de desarrollo acelerado (como lo que estamos viendo ahora), acaba de ser aprobada en diciembre de 2019 por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus datos) una vacuna contra el ébola cinco años después del brote de 2014[13].
Lamentablemente, no hay garantías de llegar a conseguir una vacuna para la COVID-19. El virus del dengue se identificó en 1943, pero la primera vacuna fue aprobada en 2019[14]. Y, a pesar de décadas de ensayos, todavía no tenemos vacuna contra el VIH como tampoco hay una vacuna aprobada para otros brotes recientes como el MERS y el SARS (ambos también coronavirus), y tampoco para el zika.
Solo alrededor del 6 % de las potenciales vacunas llegan al mercado[15]. Los fallos generalmente son debidos a problemas de seguridad o simplemente porque la vacuna no funcionó en los humanos. Por ejemplo, en un ensayo humano se encontró que una vacuna contra el virus respiratorio SARS hacía que las personas fueran aún más susceptibles a la enfermedad[16].
Existe también la preocupación de que, con una posible disminución de casos de COVID-19 no hubiera la cantidad suficiente de personas en las que probar la vacuna[17]. Por ejemplo, a pesar de los grandes esfuerzos y fondos económicos para desarrollar vacunas para el MERS y el SARS al principio de sus epidemias, se perdió el impulso a medida que los brotes disminuyeron, y los ensayos de vacunas fueron finalmente abandonados[18].
¿Qué pruebas con animales se están realizando?
Resulta preocupante la cantidad de ensayos con animales que se están realizando en todo el mundo: en EE. UU., China, Canadá, Australia y en toda Europa, con monos, hámsteres, hurones, ratones y gatos.
Es imposible dar cifras sobre el número de animales que se están utilizando porque estos no se publican regularmente, y ciertamente no en relación con la COVID-19. Sin embargo, la investigación de Cruelty Free International acaba de demostrar que anualmente se utilizan en pruebas casi 200 millones de animales en todo el mundo, incluyendo 207 724 pruebas con perros y 158 780 con monos[19].
Se están utilizando animales en ensayos reglamentarios para ver si las nuevas vacunas para la COVID-19 son seguras. En estos ensayos, a los animales se les inyecta —o son obligados a inhalar— la vacuna, casi siempre en dosis muy superiores a las que los seres humanos se les administraría, observando si enferman entre los 28 y 90 días antes de matarlos, para examinar los daños causados en sus órganos.
También se realizan ensayos para ver si la vacuna funciona, es decir, si se puede prevenir o reducir la infección. En estas pruebas, se vacuna a los animales y luego se les infecta con el virus COVID-19. Veamos un ejemplo.
Se inyectó la vacuna a seis macacos Rhesus antes de ser expuestos al virus COVID-19. Otro grupo de control de tres monos sin vacunar también estuvo expuesto al virus. Todos ellos fueron monitoreados durante 7 días en busca de signos de infección antes de ser matados y diseccionados.
Al final del estudio, los nueve monos dieron positivo con relación al virus, significando que la vacuna no pudo evitar que los animales vacunados se infectaran y, por lo tanto, no sería probable que pudieran detener la propagación a otros. Tres de los monos vacunados y también el resto de los monos de control sufrieron alteraciones respiratorias debido a la infección. No obstante, dado que se encontró que los monos vacunados presentaban síntomas menos graves en general, como por ejemplo, ningún signo de neumonía, la vacuna pasó a los ensayos en humanos4.
Se inyectaron dos dosis diferentes de la vacuna a diez macacos Rhesus tres veces durante un período de dos semanas. Luego el virus COVID-19 se inyectó directamente en sus pulmones a través de un tubo por la tráquea. Otro grupo de control de cinco macacos no vacunados también fue infectado con el virus.
Siete días después, fueron sacrificados y diseccionados. Todos los monos no vacunados desarrollaron una neumonía grave antes de esto. Si bien no se detectó ningún virus en los órganos de los monos a los que se les administró la dosis más alta de la vacuna, los que fueron vacunados con una dosis más baja sí que mostraron algunos signos de infección. No obstante, los investigadores se refirieron a esto como un blip viral (aumento transitorio de la carga viral), trasladando la vacuna a los ensayos en humanos.
Además del desarrollo de vacunas, los animales también se están utilizando en experimentos de posibles tratamientos de anticuerpos y antivirales para las personas infectadas con la Covid-19, y en proyectos de investigación básica destinados a encontrar las especies más susceptibles (que puedan utilizarse en futuras investigaciones o pruebas reglamentarias) o para tratar de entender cómo el virus causa la infección.
Asimismo, se están estudiando los medicamentos existentes para ver si pueden ser reutilizados como tratamientos en los pacientes de la COVID-19. Aunque muchos de estos fármacos, incluida la hidroxicloroquina contra la malaria, ya habían pasado con anterioridad las pruebas de seguridad en ensayos con animales, pueden volver a realizarse pruebas adicionales para tratar de demostrar que estos fármacos resultan aptos para tratar la COVID-19[22].
Científicos en China también llevaron a cabo una serie de experimentos en perros, gatos, hurones, patos, cerdos y pollos para determinar qué especies podrían estar infectadas con COVID-19[23].
La mayoría de los experimentos consistieron en inyectar el virus en las fosas nasales de los animales y mantenerlos aislados en jaulas para tomar muestras nasales y rectales antes de matarlos y diseccionarlos. Concluyeron que los hurones y los gatos son los más susceptibles al virus de la COVID-19, aunque no desarrollan los mismos síntomas que los humanos, mientras que los perros, cerdos, patos y pollos no se infectan fácilmente con el virus.
Otro grupo de investigadores chinos infectó a los hámsteres con COVID-19, informando que desarrollaron signos de la enfermedad, incluida la pérdida de peso y la respiración acelerada[24].
Una compañía con sede en EE. UU. llamada Emergent BioSolutions está utilizando caballos para producir un fármaco a base de anticuerpos para tratar la COVID-19[25]. Debido a su tamaño, los caballos se utilizan a menudo como fábricas de plasma y anticuerpos, y son desangrados regularmente para este propósito5.
¿Cuáles son los problemas científicos con la utilización de animales para la investigación de la COVID-19?
La historia nos ha demostrado que las pruebas en animales no predicen lo que sucederá en los seres humanos. Los animales no son minihumanos: a menudo, no sufren la misma enfermedad que nosotros y responden de manera diferente a los fármacos.
Más del 90 % de los nuevos medicamentos que parecen ser seguros y eficaces en animales fracasan en los ensayos clínicos en humanos[26]. También hay evidencias específicas con las vacunas. Se está buscando una vacuna contra el VIH/sida desde hace más de tres décadas, sin éxito hasta la fecha, a pesar de realizarse cientos de ensayos clínicos sobre docenas de tipos de vacunas que parecían ser prometedoras en los primates.
Los investigadores de todo el mundo están luchando para encontrar el modelo animal perfecto de COVID-19, pero aún no lo han encontrado. Los típicos animales de laboratorio, como ratones, ratas y perros, no son tan susceptibles al virus como los humanos. Incluso los monos, considerados la especie más similar a nosotros, no desarrollan los síntomas más graves que la COVID-19 causa en los seres humanos[27]. Sin embargo, se continúan utilizando animales a pesar de no poder proporcionar respuestas claras.
Los ratones modificados genéticamente que prometían ser la solución no han tenido ningún efecto hasta ahora. Cuando los ratones no modificados genéticamente fueron infectados con la COVID-19, no sucedió nada (resultaban difíciles de infectar con éxito), por lo que algunos científicos recurrieron al antiguo modelo de ratón modificado genéticamente creado años atrás cuando se produjo el brote de SARS: lo criaron en gran número con la esperanza de que resultaran útiles después de realizar algunos ajustes genéticos[28]. Sin embargo, la COVID-19 solo provocó enfermedades leves en esos ratones.
Cabe señalar que ninguno de los pioneros en la carrera de vacunas contra la COVID-19 ha superado las primeras etapas de ensayos con gran éxito. Como se ha mencionado anteriormente, la vacuna Oxford no pudo prevenir la infección en monos, aunque sí redujo el desarrollo de síntomas graves, y la vacuna Sinovac tan solo proporcionó una protección parcial en monos después de ser probada en ratones y ratas. Incluso la vacuna Moderna provocó reacciones negativas secundarias en los voluntarios humanos durante los ensayos en fase 1, incluidas náuseas y fiebre alta[29], mientras que la vacuna de CanSino causó fiebre grave en el 8 % de sus participantes en el ensayo[30].
Todo esto plantea la cuestión de si los animales son realmente útiles para ofrecer información en el desarrollo de vacunas (y otros medicamentos), especialmente en situaciones en las que, a pesar de los resultados decepcionantes o ambiguos de los ensayos con animales, se continúa con la fase siguiente de ensayos en humanos. Posiblemente los investigadores, dependiendo de la situación, parecen elegir en qué datos quieren centrarse y qué prefieren ignorar. De hecho, un reciente taller sobre COVID-19, celebrado por la Coalición Internacional de Autoridades Reguladoras de Medicamentos (ICMRA), concluyó que las pruebas de eficacia en «modelos de animal» (en que los animales son infectados con el virus después de ser vacunados para averiguar si la vacuna funciona) no son realmente necesarias para pasar a la fase de los ensayos en humanos[31]. ¡Sin embargo, todavía continúan llevándose a cabo!6
¿Cuáles son las alternativas al uso de animales?
Reemplazar las pruebas en animales no significa poner en riesgo a los pacientes humanos. Tampoco significa detener el progreso de la medicina. En cambio, reemplazar las pruebas con animales mejoraría la calidad y la humanidad de nuestra ciencia.
Afortunadamente, el desarrollo de métodos alternativos está creciendo. Debido a las innovaciones de la ciencia, las pruebas en animales ya están siendo reemplazadas en áreas como las pruebas de toxicidad y el desarrollo de fármacos. Pero queda mucho por hacer.
Las razones por las que persiste la experimentación en animales con frecuencia no son científicas. En cambio, sí que pueden ser debidas al conservadurismo existente dentro de la comunidad científica: resulta más fácil y más cómodo seguir haciendo lo que siempre se ha hecho. Los resultados de las pruebas en animales son fáciles y cómodos de comparar con ensayos anteriores, dando sensación de seguridad a los investigadores. También permite a los organismos reguladores aplicar el criterio de llenar la casilla de verificación en los formularios, aunque se encuentre disociada de las necesidades del mundo real.
Tanto los organoides (pequeños órganos)[32] y los sistemas microfisiológicos[33], es decir, las tecnologías de cuerpo/órgano en chip, son métodos relevantes para el ser humano, que están proporcionando modelos más realistas para probar nuevas terapias. En la actualidad, ambos métodos se utilizan con células inmunitarias añadidas, resultando particularmente apropiado para el desarrollo de vacunas, y también puede exponerse a los anticuerpos, o al suero de personas infectadas o vacunadas para probar la eficacia.
Un equipo español ya ha demostrado que el SARS-COV-2 puede infectar los vasos sanguíneos humanos creados mediante ingeniería celular y los organoides renales, y que una enzima humana la puede inhibir, lo que promete un posible tratamiento[34].
Los ganglios linfáticos humanos artificiales cultivados en 3D[35] se han creado para modelar la inmunidad innata y adaptativa, y se han utilizado en la evaluación de las vacunas contra la gripe. También se ha desarrollado un modelo 3D de células de vías respiratorias humanas que se puede usar para evaluar el efecto de posibles fármacos en el sistema respiratorio humano.
Los estudios en voluntarios humanos sanos e infectados también son clave. Por ejemplo, los estudios en humanos han demostrado que las respuestas de anticuerpos a la infección por COVID-19 son a menudo débiles o disminuyen relativamente rápido, permitiendo la reinfección de un individuo previamente infectado[36]. Los estudios en humanos también mostraron que algunos de los anticuerpos contra el SARS previenen la infección, y algunos de estos reaccionan de forma cruzada a la COVID-19, lo cual resulta prometedor[37]. También se pueden usar cultivos de líquido pulmonar y muestras de biopsia de pacientes para estudiar el genoma del virus e investigar el daño del tejido pulmonar. Las vacunas pasivas también se están investigando, inyectando anticuerpos contra el virus en los pacientes, ya sea de los supervivientes de la COVID-19 o producidos in vitro (basada en células)[38].
Las técnicas avanzadas igualmente incluyen el modelo matemático de las tasas de transmisión e infección, que han demostrado ser vitales para nuestra comprensión y control de la pandemia. Los programas informáticos también se están utilizando para detectar posibles candidatos a vacunas y medicamentos en función de sus propiedades químicas y estructurales o similitud con las terapias existentes.
Para más información contactar con info@crueltyfreeeurope.org.
La ECEAE (Coalición Europea para
poner fin a los Experimentos con Animales) representada en España por Ong ADDA,
hace un llamamiento a presionar de manera especial la empresa suiza Sloan
Pharma, que el 2019 realizó un mínimo de 46.800 tests.
Del 29 de junio al 4 de julio tendrá lugar por octavo año consecutivo en Europa una Semana de Acción para pedir la supresión total de estas crueles pruebas de toxicidad.
El Botox es el nombre común adaptado que recibe la toxina botulínica, un veneno producido por la bacteria Clostridium botulinum. Se trata de uno de los venenos naturales más poderosos, que puede desarrollarse en alimentos, especialmente carne, en mal estado, y que puede ser letal en el ser humano en muy bajas proporciones (70 picogramos). La también llamada «botulina» tiene la particularidad de inhibir la producción de acetilcolina, un neurotransmisor que se libera en la unión entre los nervios periféricos y los músculos y que posibilita la contracción muscular. Precisamente por este grave efecto disruptor nervioso ha sido estudiada y es prohibida por la Convención de Ginebra como arma química de destrucción masiva, y es empleada desde 1977 también con fines clínicos. En un 57% de los casos es usada para tratar afecciones nerviosas o musculares diversas, como es el caso de distonías cervicales, tortícolis, estrabismo o, entre otros, el síndrome de Tourette. A partir de los años 80, su uso se ha extendido y generalizado también en tratamientos estéticos. La botulina relaja los músculos faciales e impide durante un tiempo limitado (3 a 6 meses), período necesario para que el cuerpo repare las terminaciones nerviosas dañadas, la aparición de arrugas. Superado este tiempo hay que suministrar otra pequeña dosis de veneno diluida con agua si el paciente quiere seguir disfrutando del mismo efecto estético en la piel.
Para testar el producto, como tantas otras veces y sin que sea necesario, detrás están los animales. Sin que la Unión Europea haya regulado aún ninguna prohibición, varias empresas farmacéuticas compran el veneno a compañías productoras y lo testan antes de comercializarlo para impedir efectos fatales en las personas derivados de posibles sesgos en el proceso industrial de fabricación. La prueba, llamada DL50 (dosis letal) tradicionalmente, se hace suministrando varias dosis de veneno a un centenar de ratones. Se les inyecta la sustancia en el abdomen, lo que durante tres días les produce un sufrimiento consciente terrible (asfixia, paralización y pérdida de visión). Se repite el experimento hasta que mueren el 50% de los animales. Se determina entonces que la dosis es letal, umbral que sirve como baremo para su exportación. Los ratones supervivientes, convalecientes, son a menudo degollados o eliminados mediante gas, dióxido de carbono, para acabar, de manera paradójica, con su largo sufrimiento.
En 2011, la compañía americana Allergan recibió la licencia para realizar, a escala europea, los tests de Botox mediante cultivos de células humanas, un método más rápido, más eficaz, y evidentemente más ético. Desde entonces, otras grandes multinacionales como Merz o Ipsen, 2015 y 2018 respectivamente, lo han incluido también en sus prácticas. Aunque se calcula que Allergan y Merz han reducido entre un 80 y un 90% su uso de animales en los tests, no hay cifras concretas de Ipsen, y en cualquier caso, todas ellas siguen todavía, aunque sea en porcentaje más bajo, realizando las pruebas letales en ratones, sobre todo para la comercialización de toxina botulínica fuera de la Unión Europea.
Con motivo de la aprobación de este primer método alternativo, la ECEAE, la Coalición Europea que lucha para poner fin a la Experimentación con Animales, organiza cada año una semana de acción y concienciación que este 2020 tendrá lugar entre el 29 de junio y el 4 de julio. La reclamación principal se focaliza este año en la empresa Sloan Pharma. Esta compañía, con sede en Suiza y Luxemburgo, compra y comercializa un preparado de botulina tipo B llamado Neurobloc, suministrado por la firma japonesa ESAI. El año 2019 Sloan Pharma recibió la licencia para conducir un total de 46.800 tests letales (LD50) en ratones. La compañía ha asegurado recientemente que está desarrollando un método alternativo para la experimentación, sin embargo, nadie todavía públicamente no tiene ninguna evidencia de ello. El ECEAE ha elaborado una petición para pedir urgencia en la aplicación de esta alternativa y, antes de que pueda hacerse efectiva, la retirada de Neurobloc del mercado y la extinción del consecuente maltrato de animales. La petición se extiende a todas las demás empresas que aún causan, según las últimas estimaciones, la muerte y el sufrimiento severo anual de 400.000 ratones sólo en Europa.
Por unanimidad con 72 votos a favor, el Pleno del Senado aprobó en lo general y en lo particular prohibir el uso de animales vivos en la producción, investigación, fabricación y desarrollo de cosméticos.
Al año 115 millones de animales alrededor del mundo son utilizados para experimentar con productos de belleza.
20 marzo 2020
Al presentar el dictamen a nombre de las comisiones de Salud y de Estudios Legislativos Segunda, por el que se reforman diversas disposiciones de la Ley General de Salud y de la Ley Federal de Sanidad Animal, la senadora de Morena, Jesusa Rodríguez Ramírez, afirmó que se garantizará la protección e integridad de los animales.
Detalló que en medio de la crisis mundial que vivimos, debemos recordar la importancia que tiene el respeto a la vida de todos los seres vivos del planeta, “no es difícil darse cuenta de que, la gran mayoría de las enfermedades que padecemos hoy en día, provienen de la ingesta de carne de animales, del maltrato que le damos a ellos y la situación en que la industria abusa cruelmente.
Con este dictamen, dijo, buscamos que no se realicen pruebas con los animales para uso de cosméticos e ingredientes que hayan sido testeados con esos seres vivos para su elaboración.
Creemos que, aunque sea un paso muy chico, todo lo que avancemos en la cuestión del respeto hacia los animales redunda en nosotros. “Si maltratamos a los animales recibiremos crueldad por parte de la naturaleza”, subrayó.
La propuesta integral del senador de Morena, Ricardo Monreal, toma como base la Declaración Universal de los Derechos de los Animales de la UNESCO, que establece que ningún animal debe ser sometido a malos tratos ni actos crueles, y que se deben utilizar y desarrollar técnicas alternativas a la experimentación animal.
El senador Américo Villarreal Anaya, de Morena, dijo que con esta reforma se da un gran paso para generar conciencia sobre la crueldad con la que se maneja a los animales para fines estéticos y de vanidad. Ahora, se prohibirá dañar a seres vivos para esas prácticas, festejó.
Su compañera de bancada, Freyda Marybel Villegas Canché, comentó que las pruebas cosméticas a las que se somete a algunos animales son muy dolorosas y estresantes. En muchas ocasiones quedan ciegos, sufren irritación, inflamación, convulsiones y muerte, además, frecuentemente no se usan analgésicos, lo que ocasiona fueres dolores, agregó.
También de Morena, el senador Miguel Ángel Navarro Quintero, expuso que se han generado mutaciones genéticas en laboratorios, que se han vuelto contra el ser humano. El coronavirus, dijo, viene de gatos y perros, de especies pequeñas sacrificadas en el mundo.
Agregó que se experimenta con su piel, con sus ojos y en su torrente sanguíneo, impactando diversos órganos y, conminó a la igualdad de los seres humanos y de los animales, por su derecho a vivir con dignidad y ser respetados.
La senadora Verónica Delgadillo García, de MC, afirmó que cada año 115 millones de animales alrededor del mundo son utilizados para experimentar productos cosméticos. La belleza les cuesta la vida.
Por ello, agregó, lo que hoy se aprueba es la dignidad y la vida de los animales. Son seres sintientes que no son de nuestra propiedad, por lo que se tiene que replantear la relación con nosotros mismos y con la naturaleza, se tiene la responsabilidad ética y moral de protegerlos.
El dictamen que reforma y adiciona diversas disposiciones de la Ley General de Salud y de la Ley Federal de Sanidad Animal, para establecer la prohibición del uso de animales en pruebas para productos cosméticos, se remitió a la Cámara de Diputados para los efectos del artículo 72 Constitucional.
Fin de los experimentos en animales del botox en Hamburgo
19 Febrero 2020
Al principal laboratorio de LPT en Hamburgo-Neugraben le ha sido revocado,
con efectos inmediatos, el permiso para mantener animales. ¡Después del cierre
de Mienenbüttel, la segunda ubicación de este importante laboratorio debe
cerrarse! Todos los animales, principalmente ratas y ratones, deberán ser trasladados
a lugares adecuados. Entre otras razones, los ratones se libran de las pruebas
LD50 extremadamente dolorosas para analizar la toxina botulínica (conocida como
«botox»).
En octubre de 2019, las imágenes de una investigación encubierta en el laboratorio LPT de Baja Sajonia en Mienenbüttel, mostraron al público la realidad de los experimentos con animales en uno de los laboratorios más grandes de Alemania. Las imágenes perturbadoras del sufrimiento de perros y monos sometidos a experimentos horrorizaron a la opinión pública y obligaron a los políticos y autoridades a actuar.
El 17 de enero de 2020,
las autoridades responsables retiraron el permiso para mantener animales en las
instalaciones de LPT en Mienenbüttel, ya que no garantizaba el cumplimiento de
la normativa vigente. Todos los perros y gatos fueron entregados a refugios de
animales y casas particulares. Sin embargo, los monos no pudieron ser salvados.
LPT ya los había devuelto a un distribuidor de animales de laboratorio.
Ahora, la autoridad de
Salud y Protección del Consumidor responsable de la ubicación de LPT en
Hamburgo ha retirado, con efecto inmediato, el permiso para mantener animales
de laboratorio. Las autoridades competentes
han considerado que el propietario del laboratorio, que es el mismo en
Mienenbüttel y Hamburgo, ha infringido gravemente la Ley de Bienestar Animal y
otras infracciones graves en la documentación y las obligaciones de
autorización. Todas las ratas y ratones deben volverse a alojar en centros
respetuosos con los animales. LPT tiene un tercer laboratorio en Schleswig-Holstein
que también debería clausurarse.
De esta forma, decenas de
miles de ratones se librarán de los crueles, extremadamente dolorosos y letales
experimentos DL50 (Dosis Letal 50), que se utilizan en los análisis de la
toxina botulínica, comúnmente llamada botox. En 2019, LPT recibió la aprobación
para llevar a cabo experimentos en 46.800 ratones para el producto de toxina
botulínica Neurobloc, por encargo de la compañía suiza Sloan Pharma. Lamentablemente, se teme ahora que estos
experimentos se realicen en otro país.
Gracias a las campañas de la ECEAE, (Coalición Europea para poner fin a los
experimentos con animales) tres de los
más importantes fabricantes del botox destinado principalmente a tratamientos
cosméticos, ya utilizan métodos alternativos sin animales. La ECEAE de la que es miembro ADDA, insta a
Sloan Pharma a dejar de experimentar con animales hasta tener validado un
método alternativo.
El pasado septiembre, la Agencia de Protección Ambiental (EPA en inglés) de Estados Unidos anunció un plan para reducir y con el tiempo eliminar su dependencia de los ensayos en animales para evaluar el peligro de los productos químicos. Actualmente, la EPA realiza, o requiere que las compañías químicas realicen ensayos en conejos, ratones, ratas y peces para evaluar la toxicidad química. La EPA se ha comprometido a una reducción del 30 por ciento en su financiamiento y solicitudes de estudios de toxicología que involucran mamíferos para 2025, y poner fin a casi todos esos estudios en 2035 (después de 2035, los ensayos de seguridad química en mamíferos requerirán la aprobación, caso por caso, de la EPA). Para lograr estos objetivos, la EPA ha otorgado $ 4,5 millones a cinco universidades para ayudar a desarrollar nuevos métodos sin animales, como las pruebas in vitro o el modelado y simulación por computadora. Estos métodos alternativos a menudo requieren menos recursos, pueden evaluar más productos químicos en un tiempo más corto y son tan buenos o mejores para predecir la toxicidad en comparación con los modelos animales actuales.
El Tribunal de Justicia de la UE, tajante contra la experimentación en cosméticos
Diciembre 2016
Redacción. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha rechazado con fecha 21 de septiembre de 2016 los argumentos presentados por la Federación Europea de Ingredientes Cosméticos, EFCI, que pretendían eludir lo que establece el vigente reglamento sobre productos cosméticos en la UE, que prohíbe la experimentación con animales de los productos cosméticos y sus ingredientes, así como la comercialización en la UE de cosméticos experimentados en animales.
El caso fue presentado el año 2015 por la EFCI, un poderoso lobby que representa a la mayoría de los fabricantes de ingredientes para cosméticos en Europa. Dicha federación, apoyada por el gobierno francés, argumentó que las compañías de cosméticos deberían poder vender en la UE productos cosméticos que contienen ingredientes experimentados en animales en terceros países, como por ejemplo China o bajo otra normativa europea, como el Reglamento REACH (Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de sustancias y mezclas químicas).
Según el tribunal europeo, el acceso al mercado de la UE está condicionado a la observancia de la prohibición de la experimentación con animales de los productos cosméticos. Además, la consecución del objetivo del reglamento sobre cosméticos se vería seriamente comprometido si las prohibiciones establecidas en la legislación de la UE pudieran ser eludidas mediante la realización de la experimentación con animales en terceros países.
La entidad británica Cruelty Free International y la Federación Europea Contra la Experimetación Animal, ECEAE, —representada en España por Ong ADDA—, que presentaron en su día en la Corte europea sus argumentos contra los intentos de la EFCI de debilitar la histórica prohibición de los ensayos en animales de los cosméticos en la UE, aplauden la decisión del tribunal, que hará más difícil a las empresas la venta en la UE de cosméticos y sus productos derivados, que han sido experimentados con animales provenientes de otras parte del mundo. Solicitan también a las administraciones competentes que se aseguren de que las prohibiciones establecidas en la legislación europea se cumplan rigurosamente para evitar el sufrimiento y la muerte de los animales (fondo documental CFI).
La imágenes muestran a los animales maltratados para hacerles pruebas agresivas, atados a máquinas que parecen de tortura o moribundos en celdas llenas de sangre
16 octubre 2019
La asociación protectora de animales Cruelty Free International ha denunciado el laboratorio de Farmacología y Toxicología (LPT) en Hamburgo (Alemania) por la brutal situación a la que están sometidos monos, perros, gatos y otros animales.
La asociación ha logrado grabar de forma encubierta y difundir un vídeo con imágenes que pueden herir la sensibilidad de los espectadores. Se puede ver a monos amarrados por el cuello en una especie de aparatos metálicos de tortura, perros encerrados en jaulas llenas de su propia sangre, trabajadores que los manipulan con violencia para controlarlos y someterles a pruebas con fármacos.
Cruelty Free International dice que las condiciones “violan claramente” los requisitos mínimos de bienestar animal de la UE y pide el cierre de la instalación.
La publicación de las imágenes ha hecho que asociaciones en defensa de los animales den el grito de alarma para cerrar el laboratorio de los horrores de Hamburgo. “Esto no se puede tolerar, y estamos pidiendo que se cierre este laboratorio y que las autoridades alemanas realicen una investigación completa”, explica Kate Willett, de Humane Society International.
Soko Tierschutz, una organización benéfica que hace campaña por los derechos de los animales, denuncia que las imágenes demuestran una “horrenda mezcla de sufrimiento y crueldad” y que sus prácticas violan la legislación alemana y de la UE.
Es impensable que esto esté sucediendo en un país que tiene la protección animal en su constitución”, dijo Friedrich Mülln de la organización animalista alemana. “Hacemos un llamamiento al gobierno alemán para que tome medidas inmediatas para cerrar LPT y poner fin a estas pruebas de envenenamiento crueles y anticuadas.
Después de que se difundieran las imágenes, las autoridades de la región de Harburgo verificaron in situ las instalaciones del laboratorio y confirmaron algunas de las denuncias hechas por los animalistas eran ciertas. “Descubrimos que las jaulas eran demasiado pequeñas, tal como afirmaron los activistas”, explicó el portavoz de la autoridad local.
La Oficina Estatal de Protección al Consumidor y Seguridad Alimentaria de Baja Sajonia ya ha presentado cargos ante el Fiscal en Luneburg por presuntas violaciones contra las leyes de protección animal.
Envenenamientos y condiciones deplorables
LPT es un laboratorio de propiedad familiar en el que se realizan pruebas de toxicidad para compañías farmacéuticas, industriales y agroquímicas de todo el mundo con el fin de que sus productos cumplan con los requisitos de los gobiernos y de las autoridades reguladoras.
Las pruebas que ahí se les realiza suponen envenenar a los animales para poder saber qué cantidad de una sustancia química o droga puede causar daño y así determinar la dosis adecuada. Para ello, según explica Cruelty Free International, “ Los animales son inyectados o se les hace comer o inhalar cantidades crecientes de una sustancia para medir los efectos tóxicos que pueden ser graves e incluyen vómitos, hemorragias internas, dificultad respiratoria, fiebre, pérdida de peso, letargo, problemas de la piel, insuficiencia orgánica e incluso la muerte . No se proporcionan anestésicos ni alivio del dolor”.
La imágenes que demuestran las terribles prácticas fueron posibles gracias a un activista que consiguió infiltrarse como trabajador en el centro desde diciembre de 2018 hasta marzo de 2019. Este asegura que fue testigo de pruebas en perros de raza beagle, monos macaco, gatos y conejos y que estos fueron mantenidos en condiciones horribles.
Según los informes de Cruelty Free International, los Beagles tenían tubos colocados forzadamente en sus gargantas y les daban fármacos, y a menudo sangraban después de los experimentos. A tenor de las declaraciones del denunciante, los monos fueron quienes más sufrían las pruebas. Los mantenían confinados en pequeñas jaulas, muchos de ellos se volvían locos y andaban en círculos. Aseguran que había muchos a los que les inyectaban sustancias hasta 13 veces al día.
Michelle Thew, directora ejecutiva de Cruelty Free International declaró que “nuestra investigación ha descubierto un terrible sufrimiento animal, una atención inadecuada, malas prácticas e infracciones de las leyes europeas y alemanas. Hacemos un llamamiento para que se cierre el Laboratorio de Farmacología y Toxicología (LPT ). También solicitamos una revisión exhaustiva del uso de animales en las pruebas de toxicidad en Europa, incluido el Reino Unido. Cada investigación, sin falta, muestra una historia similar de miseria y de desprecio de la ley”.