La ECEAE (Coalición Europea para poner fin a los Experimentos con Animales) representada en España por Ong ADDA, hace un llamamiento a presionar de manera especial la empresa suiza Sloan Pharma, que el 2019 realizó un mínimo de 46.800 tests.
Del 29 de junio al 4 de julio tendrá lugar por octavo año consecutivo en Europa una Semana de Acción para pedir la supresión total de estas crueles pruebas de toxicidad.
El Botox es el nombre común adaptado que recibe la toxina botulínica, un veneno producido por la bacteria Clostridium botulinum. Se trata de uno de los venenos naturales más poderosos, que puede desarrollarse en alimentos, especialmente carne, en mal estado, y que puede ser letal en el ser humano en muy bajas proporciones (70 picogramos). La también llamada «botulina» tiene la particularidad de inhibir la producción de acetilcolina, un neurotransmisor que se libera en la unión entre los nervios periféricos y los músculos y que posibilita la contracción muscular. Precisamente por este grave efecto disruptor nervioso ha sido estudiada y es prohibida por la Convención de Ginebra como arma química de destrucción masiva, y es empleada desde 1977 también con fines clínicos. En un 57% de los casos es usada para tratar afecciones nerviosas o musculares diversas, como es el caso de distonías cervicales, tortícolis, estrabismo o, entre otros, el síndrome de Tourette. A partir de los años 80, su uso se ha extendido y generalizado también en tratamientos estéticos. La botulina relaja los músculos faciales e impide durante un tiempo limitado (3 a 6 meses), período necesario para que el cuerpo repare las terminaciones nerviosas dañadas, la aparición de arrugas. Superado este tiempo hay que suministrar otra pequeña dosis de veneno diluida con agua si el paciente quiere seguir disfrutando del mismo efecto estético en la piel.
Para testar el producto, como tantas otras veces y sin que sea necesario, detrás están los animales. Sin que la Unión Europea haya regulado aún ninguna prohibición, varias empresas farmacéuticas compran el veneno a compañías productoras y lo testan antes de comercializarlo para impedir efectos fatales en las personas derivados de posibles sesgos en el proceso industrial de fabricación. La prueba, llamada DL50 (dosis letal) tradicionalmente, se hace suministrando varias dosis de veneno a un centenar de ratones. Se les inyecta la sustancia en el abdomen, lo que durante tres días les produce un sufrimiento consciente terrible (asfixia, paralización y pérdida de visión). Se repite el experimento hasta que mueren el 50% de los animales. Se determina entonces que la dosis es letal, umbral que sirve como baremo para su exportación. Los ratones supervivientes, convalecientes, son a menudo degollados o eliminados mediante gas, dióxido de carbono, para acabar, de manera paradójica, con su largo sufrimiento.
En 2011, la compañía americana Allergan recibió la licencia para realizar, a escala europea, los tests de Botox mediante cultivos de células humanas, un método más rápido, más eficaz, y evidentemente más ético. Desde entonces, otras grandes multinacionales como Merz o Ipsen, 2015 y 2018 respectivamente, lo han incluido también en sus prácticas. Aunque se calcula que Allergan y Merz han reducido entre un 80 y un 90% su uso de animales en los tests, no hay cifras concretas de Ipsen, y en cualquier caso, todas ellas siguen todavía, aunque sea en porcentaje más bajo, realizando las pruebas letales en ratones, sobre todo para la comercialización de toxina botulínica fuera de la Unión Europea.
Con motivo de la aprobación de este primer método alternativo, la ECEAE, la Coalición Europea que lucha para poner fin a la Experimentación con Animales, organiza cada año una semana de acción y concienciación que este 2020 tendrá lugar entre el 29 de junio y el 4 de julio. La reclamación principal se focaliza este año en la empresa Sloan Pharma. Esta compañía, con sede en Suiza y Luxemburgo, compra y comercializa un preparado de botulina tipo B llamado Neurobloc, suministrado por la firma japonesa ESAI. El año 2019 Sloan Pharma recibió la licencia para conducir un total de 46.800 tests letales (LD50) en ratones. La compañía ha asegurado recientemente que está desarrollando un método alternativo para la experimentación, sin embargo, nadie todavía públicamente no tiene ninguna evidencia de ello. El ECEAE ha elaborado una petición para pedir urgencia en la aplicación de esta alternativa y, antes de que pueda hacerse efectiva, la retirada de Neurobloc del mercado y la extinción del consecuente maltrato de animales. La petición se extiende a todas las demás empresas que aún causan, según las últimas estimaciones, la muerte y el sufrimiento severo anual de 400.000 ratones sólo en Europa.
Ong ADDA -Junio 2020